Hoy nuestro país vive momentos de angustias económicas y sociales como nunca antes se habían visto en nuestra historia. Hoy los dominicanos tienen que decidir entre comprar los cuadernos para que sus hijos vayan a la escuela o comprar arroz y huevos para comer. Miles de personas han tenido que abandonar sus puestos de trabajo, ya que gastaban en pasaje más de lo que ganaban de sueldo. Nuestro pueblo está padeciendo un hambre espantosa, pero está padeciendo de la aún peor hambre de conocimiento, la cual le condena al yugo que le impone la voluntad de unos pocos inescrupulosos.
Es cierto que el mundo vive momentos de crisis, que el planeta está padeciendo de fuertes cambios que han hecho tambalear la economía global, así como los problemas provocados por las ambiciones de los dueños del mundo que han vendido el futuro del planeta para mantener su desmedido estatus. Es verdad que esos problemas han tocado las cuerdas sensibles de todos los países. Que ha provocado estragos hasta en las economías más solidas del mundo. La conjunción de todos estos problemas ha llevado, incluso a las superpotencias, a tomar medidas fuertes para no llegar al colapso.
Pero si bien es cierto todo lo que hemos dicho, no es menos cierto el hecho de que nuestros gobernantes no han hecho nada para frenar esta situación y sacar adelante a nuestro país. Lo único que se está haciendo es pagándole a un grupo de analistas económicos para que elaboren intrincadas fórmulas que justifiquen lo mal que está la cosa, pero que no resuelven nada. Mientras el país se cae a pedazos, nuestros gobernantes solo piensan en como perpetuar su poder para así seguir ordeñando la miseria de este pueblo. Se escudan en la crisis global, y mientras tanto siguen con una vida de lujos y despilfarros, estrujándole en la cara al pueblo dominicano el fruto de sus bajezas.
Nuestra economía se está sosteniendo en base a préstamos internacionales, los cuales tendremos que pagar más adelante, y sobre todo, pagar con elevados intereses. Pero lo peor del asunto es que ese dinero, el de los prestamos, en vez de ser invertido en el fomento de la producción interna, ha sido destinado a construcción de majestuosas infraestructuras, que si bien atenúan algún problema, no servirán de nada para el avance real de nuestro país. Sobre todo, no servirán de nada a la hora de tener que pagar esos préstamos.
Es verdad, algún mal nos tiene que tocar de la crisis mundial, pero no es verdad que esa es la razón de las calamidades que vivimos día a día. El epicentro del problema radica en nuestra clase política, constituida por una pandilla de criminales que solo buscan abusar del pueblo y así nutrir sus desmedidas ambiciones.
No nos traguemos el cuento. Que si bien el mundo vive una situación de dificultad no se corresponde con el grado de miseria y abandono en que tienen inmersa a nuestra nación. A veces decimos que “ya aquí no hay indios”, pero lo cierto es que los cuentos que nos meten esos criminales, son peores que los que los españoles les metieron a los aborígenes de la isla.
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