Por Claudio Caamaño Vélez
Un día como hoy, hace ya 46 años, nuestro territorio fue violado y ultrajado por un ejecito invasor, criminal y asesino. Los Estados Unidos vinieron a nuestro país a romper el sagrado espíritu de nuestra soberanía, vinieron a ensuciar con sus botas nuestra sagrada y gloriosa tierra. Vinieron como lo que son, unos inescrupulosos defensores de los más sucios y viles intereses, unos criminales, cobardes y abusadores.
A la 1:30am del 28 de abril de 1965, llegaron los primeros intrusos de la 82 división aerotransportada, pocas horas después serian varios miles, y en un par de días se contarían más de 42 mil, marines dispuestos a masacrar nuestro pueblo. Con inmensos tanques de guerra, con artillados portaviones, con lo último en armamento, vinieron a irrumpir en el alma de nuestra nación, destrozando con sus botas los sueños de justicia y libertad del pueblo dominicano.
Al entrar en nuestra ciudad, esos cobardes e ignorantes, pensaron que nuestros compatriotas se rendirían a sus pies, que no tendrían más que exhibir su poderío militar para que las puertas del país se abrieran de par en par a sus inescrupulosas ambiciones. Creyeron, que al igual que habían hecho en otros países, nuestros hermanos se pondrían en fila para que les colocaran el yugo y les azotaran hasta la muerte. Pero se equivocaron. Se equivocaron grandemente.
Nuestro pueblo, inspirado en el liderazgo de Francisco A. Caamaño Deñó, enfrentó con palos y piedras, apenas con escasas y rudimentarias armas, a la potencia militar más poderosa del mundo. Nuestros hermanos y hermanas se ajustaron sus chancletas y salieron a la calle dispuestos a todo con tal de no permitir que se mancillase la dignidad de nuestro pueblo. Con poca comida en sus estómagos, con pocas armas en sus manos, pero con mucho, muchísimo amor y valentía en sus corazones, nuestros hermanos enfrentaron heroicamente a los verdugos del imperio. Lucharon y murieron, haciendo honor a las letras de nuestro Himno Nacional: “Quisquella será destruida pero sierva de nuevo jamás”.
Por más de cuatro meses luchamos contra las tropas invasoras y criminales de los Estados Unidos de Norteamérica. Miles de dominicanos abonaron con su sangre el árbol de la libertad, ofrendaron sus vidas para engrandecer el espíritu de la Patria. Resistimos firmemente, nunca dejó de hondear, soberana y gloriosa, la Bandera Nacional sobre el territorio dominicano. Gracias a la heroica e increíble lucha de nuestro pueblo, la soberanía nacional, si bien fue maltratad y humillada, no fue aniquilada como pretendían los abusivos invasores.
Muchos dominicanos murieron, pero también miles de invasores cerraron para siempre sus ojos en las calles de Santo Domingo. Murieron sin gloria en una tierra ajena, pues murieron como invasores groseros y cobardes. Ingenuos militares norteamericanos, programados mentalmente con un disco de mentiras y falsedades, marionetas del sistema, movidos por una ignorancia inducida. Piensan que están salvando el mundo, pero lo único que están haciendo es violando los derechos de pueblos soberanos y acabando con su propia vida. Pobres victimas de su propio sistema.
Nuestro ejemplo trascendió las fronteras de nuestro país y sirvió de inspiración al mundo. El líder vietnamita Jo Chi Ming, escribió es sus escritos que cuando supo de la resistencia que tenían los dominicanos en Santo Domingo, se convenció de que los vietnamitas ganarían la guerra. Por primera vez en la historia mundial, un pequeño pueblo, pobre y hambriento, tuvo la osada valentía de enfrentarse al imperio más grande y poderoso del planeta. Por primera vez los Estados Unidos se chocaron con un pueblo digno y valiente, amante de la libertad y la justicia, dispuesto a morir por sus ideales. Nuestra lucha no fue solo nuestra, sino de todos aquellos países víctimas de los abusos de las grandes potencias.
Como dijo nuestro gran líder, Francisco Alberto Caamaño Deñó: “No vencimos, pero tampoco pudimos ser vencidos”. Los dominicanos podemos decir a boca llena que no perdimos la guerra contra la potencia militar más poderosa y abusiva que ha conocido la historia universal. Tenemos el orgullo de haber resistido y parado en la línea de fuego a las tropas mejor equipadas del mundo, a al ejercito más cruel y despiadado de la Tierra.
Hoy queremos recordar el sacrificio de nuestros hermanos en la defensa de la soberanía nacional. Hoy queremos felicitarles por su valentía y su entrega. Hoy queremos agradecerles por mantener vivo el espíritu de la Patria, por regalarnos una razón para sentirnos orgullosos de ser dominicanos, por entregarnos un ejemplo de amor por nuestro país.
¡¡Viva el glorioso pueblo dominicano, viva la Republica Dominicana!!
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