lunes, 30 de mayo de 2011

A Medio Siglo del Ajusticiamiento de Trujillo


Por Claudio A. Caamaño Vélez

Se acaban de cumplir cincuenta años del “fin” de una de las dictaduras más crueles de todo el continente americano. Un régimen que personificó a su máxima expresión la crueldad, el terror y el asesinato. Un sistema en el cual todas las libertades civiles y políticas estaban relegadas a los deseos y caprichos de un solo hombre: Rafael Leónidas Trujillo Molina. Hoy a cincuenta años de la muerte del Jefe, podemos celebrar la caída de una era tan sombría y oscura.
Debemos de dar siempre gracias a los hombres y mujeres que con su resistencia marcaron el fin de ese régimen. En especial agradecer a aquellos héroes y heroínas anónimos cuyos restos reposan en tumbas de borrados nombres, aquellos que con su sacrificio no se “casaron con la gloria” mas su entrega fue tan importante como la del que mas. Agradezcamos a esos miles de hombres y mujeres que a lo largo de tres décadas de dictadura supieron mantener vivos el honor y la dignidad de nuestro pueblo, alimentando con su sangre el árbol de la libertad. Aquel  árbol que a veces dura mucho para florecer, pero cuyos frutos son siempre dulces.
También es prudente recordar el arrojo  de aquellos que un 30 de mayo de 1961 llenaron su corazón de amor y valentía y salieron decididos a ponerle un tope a tantos años de opresión. Esos hombres que supieron poner sus ideales de justicia y libertad por encima de su propia vida. Esos que lo dieron todo para que hoy nosotros tengamos algo. Esos que le mostraron al mundo que “el que a hierro mata, a hierro muere”. Hoy como ayer, así como mañana y siempre, recordemos llenos de orgullo aquel día y aquellos hombres.
Existen los que osan en poner en duda si valió o no la pena aquel bello sacrificio. Llenando sus bocas de argumentos para defender el hecho de que igual estamos mal, que de nada valió que mataran a Trujillo. Que en aquel entonces se vivía mejor que ahora, con menos delincuencia y menos corrupción. Que las leyes se respetaban mucho más y que había más tranquilidad en la población.
A ellos les diré algo. Tienen toda la razón al decir que ahora vivimos peor. Eso nadie sensato se atrevería a rebatirlo ni ponerlo en duda. Pues vemos como la delincuencia le cobra mucho más vidas al país que las que Trujillo les cobraba con sus asesinatos, y claro, por lo menos en aquel entonces había cierto criterio para matar, ahora es al puro azar, nadie está seguro, estamos jugando en una inmensa Ruleta Rusa. Vemos como hoy en día el robo de la clase gobernante supera con creces a los robos de Trujillo, como la corrupción administrativa está cada vez más generalizada desarrollándose impunemente ante la atónita e indiferente mirada de todos nosotros. Antes el único ladrón era Trujillo, ahora todos en el gobierno son un bando de vulgares ladrones, desde el más grande hasta la ratita más pequeña. Vemos como hoy en día los servicios básicos están completamente disfuncionales. La salud, la educación y la seguridad públicas son una utopía sin esperanzas de que algún día funcionen debidamente… Que estamos peor. Eso no lo ponemos en duda.
Pero algo que es a todo ojo inadmisible es el hecho de que no valió la pena el ajusticiamiento de aquel cruel tirano. Eso sí que no lo acepto de ninguna manera. Pues si bien la cosa esta mal, mucho peor, la culpa no es de los hombres y mujeres que enfrentaron con valor y entrega la dictadura. La culpa de lo que está ocurriendo es de nosotros, los que estamos aquí y no estamos haciendo nada.
Aquellos hombres y mujeres, dieron todo por cumplir sus ideales de justicia, nosotros a lo único que nos hemos dedicado es a juzgar y desmeritar con estúpidos argumentos el hermoso sacrificio que ellos valientemente brindaron. Nos hemos portado como una gran masa de cobardes, buscando cada excusa para no hacer lo que debemos hacer. Nos hemos relegado a nosotros mismos al palco de los espectadores, cuando deberíamos estar en el terreno de juego, jugando cada cual su base para ganar el partido, y no esperando perder el juego para romper a decir lo que “estuvo mal”.
¡Claro que valió la pena! Lo que no vale para nada la pena es la vergonzosa actuación que estamos teniendo nosotros. Eso sí que de verdad no vale la pena. ¿Qué les diremos a nuestros hijos y nuestros nietos cuando tengan la conciencia lo suficientemente desarrollada y nos pregunten por qué no hicimos nada para que ellos vivieran en un mejor país?
Así como hoy pretendemos juzgar a esos hombres y mujeres, así mismo nos juzgarán a nosotros las futuras generaciones. La única diferencia es que nosotros juzgamos en base a los que otros hicieron con valentía, a nosotros nos juzgarán por lo que dejamos de hacer por cobardía.
Así mismo como los héroes del 30 de Mayo hicieron su papel y le cortaron la cabeza a la bestia que estaba condenando al sufrimiento a todo el pueblo dominicano, es hora de que nosotros afilemos nuestros cuchillos, pues hay muchas cabezas que cortar.
Desde el palco lo único que hacemos es desear lo que nos gustaría que pasara. Bajemos al terreno de juego y hagamos realidad eso que queremos que ocurra. Lo que tiene que ocurrir.

lunes, 23 de mayo de 2011

Historiador ve está próxima fusión Haití y Dominicana

LAPRENSA.COM 
SANTIAGO.- Un historiador y profesor universitario de Haití aseguró que los dominicanos tienen que acostumbrarse a vivir en comunión con los haitianos, porque, según reiteró, "quieran o no", lo que está al doblar la esquina es la fusión de la isla. Reinseinthe Paúl Joseph, que fue profesor de la Universidad de Puerto Príncipe y luego emigró a Canadá, dijo que ha regresado a su país para apoyar al cantante Michel Martelly, candidato a la presidencia de Haití.
Paúl Joseph sostuvo que Martelly tiene una postura clara cuando plantea sin "tapujo", que la única solución a la masiva inmigración de haitianos hasta territorio dominicano, es fusionando los dos países como una sola nación.
"Se ha llegado el momento de que los haitianos tengan libre acceso a la República Dominicana, porque la llamada frontera que supuestamente nos divide es un mito", refirió.
Asimismo, Paúl Joseph expresó que el presidente dominicano Leonel Fernández se ha reunido con la candidata Mirlande Manigat y sus seguidores, pero descarta que pueda hacer lo mismo con Martelly, "porque él sabe que cuando ganemos, se le va acabar el orgullo y el racismo rancio a los dominicanos en contra de los haitianos".
                En entrevista con la agencia Inter News Service (INS) el historiador haitiano puso de relieve  que el primer nombre general para toda la isla del que se tiene certeza es La Española, dado por Cristóbal Colón el 9 de diciembre de 1492. 
                 En ese contexto Paúl Joseph explicó que luego se la llamó La Española e isla de Santo Domingo, debido a que su principal ciudad tenía el nombre de Santo Domingo.
                 El intelectual haitiano comentó que ese nombre logró aceptación firmemente desde principios del siglo XVI y durante los siglos XVII y XVIII, usándose de una manera universal en español, francés (traducido como Ile de Saint-Domingue) y otros idiomas.
Asimismo, sostiene que en los tratados entre Francia y España sobre la división de la isla en dos colonias, como el de Aranjuez en 1777 y el de Basilea en 1783, se dice "la isla de Santo Domingo".    
Paúl Joseph expone que con la proclamación de la independencia de la colonia francesa de Saint-Domingue en 1804, se escogió el nombre de Haití para la nueva república como una manera de romper con el pasado.
Añadió que luego de que Haití ocupó la República Dominicana en 1822 y cuando en 1844 el país quisqueyano recuperó su independencia volvió a llamarse la isla de Santo Domingo o la Española, nombre con la que la bautizó Cristóbal Colón.
 No obstante, Paúl Josephrefiere, que aunque está auspiciando la fusión de Haití y República Dominicana, entiende que sus compatriotas y los políticos de su país tienen que comenzar a buscar alternativas, porque la única salvación que le queda a su país es presionar para que la comunidad internacional logre persuadir a la parte dominicana para que definitivamente abra la frontera para que los haitianos, "que mueren de hambre", entren y salgan a República Dominicana sin los traumas que enfrentan actualmente. 

martes, 17 de mayo de 2011

Los otros problemas de la educación

Por Claudio A. Caamaño Vélez
Este tema que abordare no es fruto de una intromisión en temas de mi ignorancia, ni mucho menos. Es fruto de la meditación pausada y detallada de una problemática de la cual he sido víctima y parte. Durante los dos años que ejercí como profesor de media, me dediqué a observar los problemas que atañen al sector educativo.
Son evidentes las precarias condiciones con que se desenvuelven muchos de nuestros centros educativos a nivel nacional. Es verdaderamente lamentable la penosa situación por la que atraviesa el sector educación, cada vez más marginado y descuidado. Pues aunque de forma nominal parezca que esta igual, en la realidad va disminuyendo a medida que todo lo demás sube (alimentos, combustibles, alquileres, etc.)
Para nadie es un misterio el hecho de que nuestros gobiernos han mantenido en el rincón del olvido los problemas de la educación. Si ahora están en la palestra pública es por razones muy ajenas, y sobre todo contrarias, a los intereses de la clase gobernante.
Pero fuera de estos problemas que saltan a los ojos de todos, están algunos otros problemas, menos evidentes tal vez, pero igual de dañinos para el buen desarrollo del proceso educativo y de formación humana y profesional de los jóvenes dominicanos. Tocaremos uno, pues tratarlos todos sería objeto de un estudio mucho más profundo, y no sería reflejado en un articulito como este, sino en un tremendo librazo de varios tomos.
Si hiciéramos una encuesta en los cuartos de bachillerato de los distintos centros educativos del país, tanto públicos como privados, para evaluar el porcentaje a estudiar las distintas carreras que ofertan las universidades. Nos toparíamos con el sorprendente resultado de que mucho mas del 45% está indeciso, y más del 30% no tiene la mas mínima idea de lo va  estudiar. Pero lo peor es que del restante 25%, la mayoría funda sus razones en criterios completamente fueras del aspecto vocacional.
Al final lo que nos queda es un inmenso ejército de jóvenes brincando de una carrera para otra, desperdiciando su tiempo y su capacidad productiva, un bando de frustrados avanzando en una carrera que no les interesa en lo más mínimo y que tal vez la van a terminar, mas por vergüenza que por orgullo.
Nuestros centros educativos viven alimentando la mente de nuestros jóvenes con una cantidad indeterminada de información, los tratan de convertir en genios en la teoría de la ciencia, mas en la práctica de la vida los dejan siendo unos completos analfabetos. Los preparan para pasar de curso, pero se les olvidan prepararlos para su paso por la vida. Muchas complicadas formulas y elaboradas teorías, pero para nada les explican que van a ser con ellas. Queremos formar genios en física, genios en matemáticas, genios en lengua y literatura, genios en naturales, y al final lo que formamos son un grupo de desempleados no saben cómo ganarse el pan que deben llevar a su boca para sobrevivir.
Me gustaría saber a ciencia cierta cuál es el porcentaje de las cosas que aprendemos en la escuela, que luego ponemos en práctica en el mundo real. Estoy seguro que es un porcentaje muy bajo. Uno vive generalmente de cosas que ha aprendido en “la calle” y no de las que hemos aprendido en nuestra “segunda casa”.
Como es posible que un joven que está a punto de ingresar a la universidad aun no sepa lo que va a estudiar… Eso debería ser una vergüenza para el esquema de formación educativa actual, el cual hay que reestructurar por completo.
Se debería comenzar por restar un poco de tiempo a esas materias que enseñan a vivir el mundo de la teoría y agregar algunas materias que preparen a alumno para el mundo de la práctica, el mundo real, el mundo en que hay que comer para vivir y ponerle combustible al vehículo para que ande. En ese mundo es que él va a habitar por el resto de sus días.

domingo, 15 de mayo de 2011

Elementos del éxito

  El esfuerzo,
Es directamente proporcional a la magnitud de lo que se quiere lograr
E inversamente proporcional al riesgo

  La suerte,
Como tal no existe,
Sino que es una mezcla de esfuerzo, preparación y riesgo,
Ligados a la vez con el factor oportunidad

  Todo ser humano,
En el rango de la normalidad,
Nace con todo lo necesario para lograr las metas que se trace,
Nada de lo arriba mencionado son dones o habilidades innatas,
Son solo destrezas y actitudes que se adquieren en el transcurso de la vida,
Y que todos podemos desarrollar

  El éxito,
No es asunto de suerte o destino,
Sino de decisión, dedicación, preparación, esfuerzo y perseverancia.

                                                                                      C.C

sábado, 14 de mayo de 2011

¿Qué Clase de Pueblo Somos?

Por Eddy Leyba
http://www.eddyenriqueleyba.blogspot.com/

Cuando un país sufre diariamente grandes problemas que son causados por malos gobiernos, sería lógico esperar que en algún momento de su vida la gente consciente de esa nación se rebele y exija soluciones.

Eso es precisamente lo que ha estado ocurriendo en varios países del Medio Oriente.

El pueblo dominicano ha enfrentado, desde hace mucho tiempo, problemas severos en muchos órdenes, que han sido una consecuencia directa de los actos y descuidos irresponsables de los gobiernos “democráticos” que hemos tenido desde la muerte del tirano Trujillo. Pero el pueblo no ha reaccionado, sino que ha aceptado vivir con esas dificultades extremas y paradójicamente da la impresión de que se siente satisfecho y contento al hacerlo.

Sólo el problema de la energía eléctrica, que ya ha cumplido 45 años y cuya solución no se vislumbra en los próximos años, ha debido ser motivo suficiente para que este pueblo se levantara y protestara enérgicamente hasta que el gobierno se viese en la obligación de agotar todas las vías para resolverlo.

Lamentablemente no ha sido así. El pueblo ha soportado apagones interminables con toda indiferencia y conformidad, así como una tarifa que convierte este servicio ineficaz en uno de los más caros del mundo, al tiempo que la clase media paga alegre y resignadamente los fraudes de miles de familias con menos recursos, pero que muchas veces poseen más electrodomésticos y un mayor consumo y que nunca pagan la energía eléctrica consumida.

Pero el desastre de la energía eléctrica no es el único conflicto que nos agobia. Nuestros gobernantes y sus funcionarios han incurrido en actos insólitos de corrupción y de ostentación de sus aberrantes riquezas; han dilapidado nuestros recursos; han dado apoyo a delincuentes y narcotraficantes; se han vinculado al lavado de dinero; han cometido fraudes electorales; se burlan de la población; mienten, son cínicos y prepotentes; y han violado una y otra vez la Constitución, las leyes y los principios patrióticos y democráticos que nos legó Juan Pablo Duarte, nuestro amado Padre de la Patria, mientras nosotros asistimos complacidos y morbosos a esos frecuentes espectáculos, sin que levantemos un dedo o nuestra voz para protestar, ni para exigir justicia y prisión contra esos malvados.

Todavía más. La justicia dominicana está podrida y es una vergüenza para todos, de modo que no existe en el país un sistema judicial que brinde al ciudadano honesto y decente la seguridad de que será protegido y hay muy pocos jueces y fiscales que no sucumban ante el poder del dinero o la influencia de políticos o militares; la policía nacional y una parte importante de las fuerzas armadas y de los organismos de seguridad están corrompidos y participan abiertamente en bandas de delincuentes que asesinan y roban; las instituciones públicas son una tragedia de tal envergadura, que los ciudadanos que por obligación tenemos que utilizar sus servicios nos vemos sujetos a toda clase de molestias, pérdida de tiempo, irregularidades, ineficiencia y extorsión.

¿Y qué hacemos nosotros los dominicanos? Sufrirlo todo, calladamente, … cobardemente.

Por otra parte, existen problemas serios para contar con un servicio confiable de agua potable; de buen ornato y recolección de basura; y de mantenimiento adecuado a las obras civiles concluidas a un costo que excede claramente los niveles aceptables, al tiempo que se emprenden nuevas obras que seguramente correrán la misma suerte.

Ante ese panorama, los dominicanos permanecemos impasibles, como si esas cosas no nos importaran o como si no fuera nuestro dinero el que se utiliza para esos fines.

El transporte público en el país es una verdadera calamidad desde hace muchos años. Los “padres de familia” o “empresarios” del transporte son los chantajistas que mantienen al gobierno y al país en una zozobra permanente, pues, como en la República Dominicana no existe ninguna autoridad gubernamental que proteja al ciudadano, estos señores hacen lo que quieren y cuando quieren, en perjuicio de todos nosotros, especialmente los más pobres.

No hay un sistema decente y eficaz de transporte público por la enorme corrupción de los distintos directivos que el gobierno ha designado en las instituciones que ha creado para tal fin y éstos han propiciado la destrucción y mal uso de los activos y de las flotillas de autobuses adquiridos con nuestro dinero para dar servicio a los usuarios. De nada ha valido la construcción de una o dos líneas de metro, porque son costosísimas, sirven a un porcentaje ínfimo de personas, requieren un alto subsidio del gobierno y no resuelven el problema del transporte, aunque todos sabemos que tales obras han dejado pingües beneficios a sus ejecutores y a los que acordaron construirlas a espaldas de todos nosotros.

El tránsito vehicular, por otro lado, es un verdadero caos. Nadie respeta las señales de tránsito, ni a los peatones o a los demás conductores y en ningún momento de nuestras vidas parecemos más salvajes que cuando manejamos y eso ocurre porque en este país no existe una autoridad que le interese aplicar debidamente las leyes, ni imponer disciplina y orden en la sociedad. Sólo hay que razonar que si los desaprensivos conductores que transitamos por las calles dominicanas tuviéramos que manejar en Suiza o en los Estados Unidos, acataríamos todas las disposiciones de tránsito, pues, de lo contrario, como en esos países sí hay autoridad, tendríamos que pagar un alto precio en términos de dinero y sanciones y, créalo, no estaríamos dispuestos a ello.

¿Qué hacemos los dominicanos ante los problemas del transporte público y el tránsito vehicular, cuyo ordenamiento es una responsabilidad exclusiva del Gobierno?

Absolutamente nada.

La educación en nuestro país es un verdadero desastre (y no abundaré en ello porque ya me he referido a este tema con anterioridad), mientras el sector de la salud, más que ser un apoyo indispensable para los seres humanos que habitan aquí, se constituye muchas veces en fuente de enfermedad y muerte para muchos dominicanos, sobre todo por la negligencia, ineficacia y corrupción en su manejo.

Ante la ruina de estos dos sectores, vitales para el progreso de una nación, los dominicanos aceptamos con satisfacción los mil y un pretextos y justificaciones que nos presentan nuestros funcionarios y gobernantes para evadir su responsabilidad directa en esa tragedia. Llegamos al extremo de que no nos importa cuán negativamente podría resultar afectada nuestra familia y, mucho menos, nos interesa luchar contra los que atentan contra el bienestar futuro de nuestros hijos y nietos, al limitar su posibilidad de acceso a una buena educación y a la protección que ofrece un sistema adecuado de salud pública.

De igual forma, a pesar de que la República Dominicana se independizó de Haití y de que durante generaciones enteras existió un resentimiento casi congénito contra todo lo que representaban los haitianos, poco a poco, gracias al gran negocio que es la inmigración haitiana para políticos y militares y a la negligencia y falta de patriotismo de quienes nos gobiernan, Haití y nuestro país parecen encontrarse en un proceso irreversible de fusión que pronto dará los resultados esperados por los que han traicionado la Patria.

Nuestra actitud ante esa situación no podía ser más lastimosa, pues la hemos aceptado con resignación y nos adaptamos gradualmente a ella para asimilar la cultura haitiana, con todo lo que ese hecho supone.

En adición a todo lo anterior, la delincuencia y el narcotráfico ya han echado raíces en la República Dominicana y sus tentáculos se extienden cada día más, sin que se vea la posibilidad de lograr controlar su avance. Nadie puede afirmar con seguridad que regresará indemne a su hogar y nuestros niños y jóvenes están expuestos abiertamente al peligro de las drogas y su comercialización. La situación no puede ser más sombría.

Sin embargo, nosotros estamos totalmente despreocupados y ni siquiera se nos ocurre reclamar con firmeza al gobierno que ponga freno a la misma, a pesar de que nuestra propia familia está expuesta o siendo destruida por esos flagelos.

Así mismo, los aumentos en los precios del petróleo y de las materias primas, que causan crisis en países pobres no productores de petróleo como el nuestro, eran totalmente previsibles desde hace varios años, pero mientras la situación económica y política internacional empeora gradualmente, el Gobierno lo que hace es mantenernos en vilo con la posibilidad de una elevación de los impuestos y aumentos frecuentes en el precio de los combustibles, del cual percibe una gran tajada en detrimento de los consumidores.

Ante esa situación, los dominicanos actuamos con tanta indiferencia e irresponsabilidad que duele. Lo risible es que todavía seamos tan ingenuos como para creer en las promesas y disposiciones gubernamentales para ejecutar programas de austeridad y ahorro de combustible, cuando siempre se ha hecho lo contrario.

Por último, pero no menos importante, está el caso del Congreso Nacional, un organismo que debería estar integrado por personas de alta calidad moral, probada capacidad y dedicación a los mejores intereses del país, pero que no es más que una madriguera de ladrones, facinerosos y gente inescrupulosa. En momentos en que tantos dominicanos sufren, esos desalmados “congresistas” se han servido siempre con la cuchara grande y han dado la espalda a su misión de servir como nuestros representantes, para convertirse en peleles del Poder Ejecutivo, enriquecerse y gozar de desmesurados privilegios, usando para ello el dinero que pagamos en impuestos, en tanto que nosotros ni conciencia tenemos del derecho que nos asiste para exigirles cumplir con su responsabilidad. La mayoría de los dominicanos ni siquiera sabe cuál es el congresista que está supuesto a representarlos.

Lo anterior evidencia que no existe una sola área manejada por el Gobierno que esté funcionando satisfactoriamente y que beneficie a la ciudadanía. Y ante esa espeluznante realidad los dominicanos permanecemos impasibles.

¡Caramba, cuánto me gustaría estar equivocado en las cosas que he comentado en este escrito!

Desafortunadamente, estoy seguro que tengo la razón. De hecho, y de manera inexplicable, los dominicanos preferimos afirmar asiduamente que queremos largarnos de la República Dominicana (el 57% de nosotros así lo expresó en una reciente encuesta), antes que apelar a nuestro orgullo y hombría para reclamar nuestro derecho a tener un buen gobierno y a vivir en un mejor país. Los dominicanos no somos lo suficientemente solidarios como para unirnos en un solo propósito, como están haciendo los pueblos del medio oriente, y acabar con los desmanes de esta mafia política que nos asfixia.

Por eso debo repetir que nos merecemos sobradamente haber tenido gobernantes como Joaquín Balaguer, Hipólito Mejía y Leonel Fernández, quienes nos han tratado como idiotas e imbéciles (y nosotros felices y contentos de eso) haciéndonos creer que progresamos, cuando es todo lo contrario. Y confirmamos frecuentemente nuestra estupidez cuando nos ponemos a discutir cuál gobierno ha sido más o menos corrupto que otro, cuando decidimos votar por “el menos malo” y cuando argumentamos que “aunque este gobierno robe, por lo menos se ve que una parte de nuestro dinero se usa en construcciones”.

Así es. Mientras carecemos de todo lo básico que un pueblo debería recibir de un gobierno, a nuestros presidentes les ha bastado construir presas, carreteras, túneles, elevados, avenidas, metros, faros y otras obras civiles para embobarnos, en vez de cumplir con lo que consagra la Constitución y trabajar para lograr el verdadero progreso y bienestar de los pobres y la clase media. Son construcciones, es verdad, pero parecemos ciegos al no reconocer que coexisten con demasiada miseria material y humana y demasiados problemas económicos y sociales, así como falta de institucionalidad y transparencia. Es vergonzoso que nosotros así lo aprobemos, celebremos y aplaudamos.

¿Cuándo reaccionaremos? Probablemente cuando ya estemos viviendo en plena dictadura y el gobernante de turno, sus funcionarios y sus amigos se interesen por los cuerpos de nuestras esposas e hijas y asesinen a nuestros parientes y amigos, como ocurría cuando Trujillo.

¿Deberíamos hablar sobre eso en una próxima entrega o abandonar esta ingrata labor de escribir para defender al que no quiere ser defendido y sumarnos a los que desean largarse del país?

miércoles, 11 de mayo de 2011

Hipólito apoya el 4%. Pero que cachaza

Por Claudio A. Caamaño Vélez

La verdad es que mentiría si digo que me produjo alguna sorpresa saber que “papá” está apoyando la lucha del 4% del P.I.B para la educación pública dominicana. No me produjo sorpresa porque ya nada me sorprende de los politiqueros dominicanos, sus mentiras no conocen límites, y su radar del  oportunismo esta siempre encendido y a toda capacidad.
Lo que si me produjo esa noticia fue una severa indignación, al ver como una lucha tan digna como la que ha mantenido el pueblo dominicano, sea ahora utilizada como otra de las mentiras que dicen nuestros politiqueros para conseguir popularidad barata. Me dolió mucho ver como ese señor tuvo el insolente descaro de valerse de de esa estrategia tan sucia para saciar sus ambiciones de poder.
Me gustaría pensar que él no se dio cuenta que con esa acción estaba desmeritando esa hermosa lucha, que tal vez el no se ha dado cuenta que su descredito contagia y contamina esta bella y justa causa. Me encantaría que así fuera, y que ese acto tan deshonroso haya sido fruto de la torpeza y no de una vil sed de votos, que no escatima en tirar por el suelo cualquier cosa.
Al ex presidente Hipólito Mejía Domínguez, le digo firmemente que la lucha por el 4% no es una más de las causas prostituibles con las que los politiqueros como él están acostumbrados a tratar. Esta no es una oportunidad más para burlarse de este pueblo, no es un trampolín donde poner los sucios pies para saltar más alto que los demás. Se equivoca señor, se equivoca.
Usted tuvo la oportunidad de hacer algo digno por la educación de este país y lo único que atinó fue a ser un cómplice de lo peor de este país. Parecería que usted no sabe que esa es una ley que data del año 1997, y que usted impunemente violó durante todo el tiempo que tuvo la oportunidad de hacerla cumplir.
Cuando usted fue presidente contaba con el abrumador apoyo de la mayoría en el Congreso Nacional. Perfectamente pudo haber aprobado el 4% para educación, tal como de hecho la exigía la ley. Si no lo hizo en ese momento, que carajo piensa hacer con un congreso de opositora mayoría. Acaso usted piensa que somos una bandada de burros amarrados en el patio de su lujosa casa en San Cristóbal.
Usted no es más que un descarado, irrespetuoso e indecente que ahora piensa limpiar los residuos fétidos que quedan de lo que fue su gobierno con la honrosa bandera amarilla de 4%. Pero por favor, a donde se ha ido su vergüenza. Si se le quedo en la silla presidencial cuando se dejó comprar por el dinero corruptor, pida un permisito y vaya a buscarla que le está haciendo falta.
El pueblo dominicano no necesita tener su respaldo en esta lucha. Muy por el contrario, lo aborrece. Así que por favor, no vuelva a poner en su boca palabras de apoyo para esta lucha, pues nadie se las ha pedido. Invéntese todos los cuentos que le vengan en gana, pero no juegue con la dignidad y el sacrificio de todo un pueblo. Si ya no le quedan principios, al menos tenga vergüenza.
Antes de finalizar quiero dejar algo bien claro. Si todo lo que he dicho en este artículo les ha parecido movido por motivos personales, no se han equivocado. Todo lo que escribo aquí, lo he redactado con responsable odio. Pues ese el único sentimiento que puedo sentir hacia el ser que destruyó por completo mi confianza en el sistema político de mi país.
Quiero que sepan algo. Yo era apenas un niño cuando las elecciones del 2000. Recuerdo bien que salía por las calles con una inmensa bandera del PRD, gritando consignas a favor de Hipólito Mejía. Él representaba la esperanza de mi pueblo y por eso lo admiraba con devoción. No me movía ninguna ventaja personal, solo el deseo de progreso de mi pueblo. El día que ganó las elecciones fue uno de los días más alegres de mi vida.
Destrozó mi corazón de niño y eso no se lo perdonaré nunca en la vida, nunca. Me traicionó, pero sobre todo traicionó los más sagrados anhelos de mi pueblo.  Por eso siempre lo tendré un lugar muy especial entre las cosas que no sirven de este país. Te lo ganaste a pulso infeliz.
Lo que no me gustaría, es que se vaya a entender que con esto pretendo limpiar la deplorable actuación del gobierno de turno. El asunto no es sacar del basurero la basura que menos hieda y ponerla de trofeo en la sala de nuestra casa. Lo que corresponde ahora es botar bien lejos toda la basura, donde ni sus moscas nos puedan molestar. La mugre no se elimina metiéndola debajo de la alfombra.
Ok. Ya me desahogue bastante. Ahora me siento mucho mejor. Gracias.

martes, 10 de mayo de 2011

Que puedes y que jamás podrás

Por Claudio A. Caamaño 
  Me puedes quitar mi boca,
Pero no podrás arrancar nunca,
Las verdades que he dicho

  Podrás cerras para siempre mis ojos,
Pero no borraras jamás de mis recuerdos,
Las hermosas cosas que he visto

  Puedes cortarme las manos,
Destrozármelas,
Pero no podrás destrozar,
Todas las cosas que con ellas he construido

  Mis piernas,
Me las puedes arrancar de raíz,
Pero no disminuirás las cimas,
Que con ellas he escalado

  Puedes borrar todo lo que soy,
Quitarme todo lo que tengo,
Pero todo lo que he visto, dicho y hecho,
Eso,
Eso ni siquiera puedes tocarlo.

                                                C.C

Buscando lo Felicidad

Por Claudio A. Caamaño Vélez

 Vivimos buscando la felicidad, y de una forma tal que para no desviarnos en el camino a la felicidad, nos tornamos insensibles a la infelicidad de los demás. La buscamos con tanto arrojo que a veces mentimos con tal de acercárnosle. La buscamos con tanta desesperación que llegamos al límite de la crueldad. Entendemos incluso que vale la pena ensuciar la conciencia si ese es el precio por ser feliz.

 Y tal vez lo justo seria que alguien capaz de dar tanto por la felicidad, sea feliz. Que alguien capaz de olvidar cual es la barrera entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, en busca de la felicidad, sea feliz.

 Pero la verdad es que una persona insensible no puede ser feliz, una persona mentirosa no puede ser feliz, una persona cruel no puede ser feliz. Pues ni el insensible es feliz de su insensibilidad, ni el mentiroso de su falta de veracidad, ni el cruel de su crueldad. Y por esas razones nunca pueden ser felices.

 Y es que la felicidad es un estado mental muy sencillo y muy fácil de comprender. La felicidad viene de la felicidad, no de la opulencia ni de la abundancia. Y es así que el feliz, haciendo lo que le hace feliz, siempre tendrá todo lo necesario para ser feliz.


                                                                                                    C.C

lunes, 9 de mayo de 2011

De que vale nacer

por Claudio A. Caamaño Vélez

 ¿De que vale nacer, crecer y morir sin haber hecho nada por dejar algo mejor a lo que se encontró? ¿Qué razón de ser tiene una vida inútil? ¿De que vale dejar a los hijos fortunas y bienes cuando se les deja así mismo la herencia de una sociedad sin valores, llena de vicios y peligros?

  Estamos tan preocupados en nosotros mismos, en trabajar, producir, tener una vida plena, en dejarle a nuestros hijos una buena herencia, que nos olvidamos de ser útiles. Vemos como todo sucede a nuestro alrededor y lo único que hacemos es encerrarnos en nuestra burbuja de cristal. Venimos a este mundo y nos vamos como si nunca hubiésemos existido, no hacemos nada para justificar nuestra vida, no hacemos nada para convertirnos en entes útiles. ¿Acaso está bien esforzarse para vivir bien mientras otros están inmersos en la más profunda miseria? ¿Acaso alimentar bien a nuestros hijos, mientras otros niños mueren de hambre es suficiente para ser útil?

  Tal vez pensemos que los problemas de los demás no son los nuestros, que nosotros no tenemos culpa de la miseria y la ignorancia de los demás. Pero seria bueno pensar que fuera de nosotros si los grandes hombres de nuestro país, lo que dieron todo por nosotros, hasta su vida, sin siquiera conocernos, hubiesen pensado igual. ¿Dónde estaríamos?

  Es momento ya de que echemos a un lado nuestra indiferencia y nuestro egoísmo, que tomemos la decisión de construir una mejor nación y una mejor sociedad, de salir de nuestra burbuja de cristal y hacer de nuestro país lo que queremos que sea, de arrancar esa insensibilidad que se nos ha impuesto y tratar de igualarnos a los Grandes de nuestra Patria. Esa es la mejor herencia que podemos dejar a nuestros hijos.

  No esperemos el atardecer de nuestra vida para pensar en las cosas que pudimos hacer durante el día. Vivir inútilmente es peor que no haber nacido.
 Nuestro país nos necesita, la Patria llama a gritos a sus verdaderos  hijos.


                                                                                                                            C.C

jueves, 5 de mayo de 2011

Crecimiento sin progreso

Por Felipe Ciprián

Hablar de crecimiento económico en un país como la República Dominicana significa muy poco porque es un resultado tan general que termina en elegantes cifras sin ningún impacto positivo en la mayoría de la gente.
Decir que la economía creció 7.5 por ciento en el año 2010 no quiere decir ni por asomo que la gente esté en mejor condición económica y social que en 2009. Crecimiento no es sinónimo de progreso social, aunque cuando hay progreso no hay duda de que se ha registrado crecimiento.
Los verdaderos economistas, los que se concentran en analizar cómo utilizar los recursos materiales y humanos para producir y satisfacer las necesidades de la gente, tienen una especie de consenso en que el modelo económico y las políticas públicas que proporcionen el mayor grado de equidad en todos los planos, son los que garantizan el desarrollo de los países y el bienestar de la población.
Hablar de crecimiento en un contexto donde el 10% más rico tenía en el año 2006 el 85% del capital mundial, y el 50% más pobre sólo el 1%, es eludir la responsabilidad de encontrar respuestas a ese grado de desigualdad.
Como ha escrito el economista argentino Bernardo Kliksberg, “la alta desigualdad es una traba fundamental para el progreso económico de los países y el bienestar de su población”.
Para este experto en el tema de la pobreza, la desigualdad “genera ‘trampas de pobreza’, reduce los mercados internos, baja la capacidad de ahorro nacional, crea circuitos diferentes en el sistema educativo, lleva a muchos alumnos a la deserción y a recibir educación de poca calidad, favorece la creación de inequidades múltiples en salud, genera altos grados de conflictividad, y degrada la cohesión social, promueve la criminalidad y facilita la corrupción”.
Crecer sin que crezca el empleo productivo, sin que haya un mayor grado de integración al trabajo formal de jóvenes y mujeres, sin un salario capaz de satisfacer las necesidades elementales del trabajador y sin que el Estado, con el cobro de impuestos, pueda atender los servicios de educación, salud, seguridad ciudadana, da lo mismo que no crecer.
Dar cifras de crecimiento sin que el servicio de energía eléctrica se estabilice y permita la competitividad de las empresas frente a las de los países de la región, es el equivalente a no crecer.
Hablar de crecimiento económico y cada año el acceso al crédito es enormemente mayor para el consumo de bienes importados, mientras se deja sin financiamiento a la producción agropecuaria, a las pequeñas y medianas empresas, a los innovadores, a la industria nacional, significa casi nada para el bienestar general del dominicano.
El gobierno que en este país enfrente con todos los recursos económicos y humanos el drama de la educación, el de la salud, integre a la juventud y a la mujer a la producción en igualdad de condiciones con los demás sectores, democratice el crédito y lo priorice para producir y no para consumir, ese será el mejor y sin duda el que logrará gerenciar el verdadero crecimiento, porque la gente lo sentirá cada día, en cada acto.
Naturalmente, hacer ese tipo de énfasis no da oportunidad para la corrupción estatal, lo que a su vez lesiona la actual garantía de monopolización de la acción política, excluyendo a los explotados, marginando a los que con ética y moral no pueden competir con los nuevos potentados económicos, que ayer fueron simples pelagatos, aunque rellenos de ambición y de atrevimiento.

ciprianfn@hotmail.com

miércoles, 4 de mayo de 2011

De que nos quejamos

Un día te levantas y miras como todo se desploma a tu alrededor. Te das cuenta de que las cosas van de mal en peor. Miras como tus sueños de vivir en una sociedad justa, prospera y segura se desmoronan ante tu atónita mirada. Miras por todos los lados buscando un rayito de esperanza y no ves más que oscuridad en el horizonte. Pero por un momento crees que son “vainas” tuyas y que todo mejorará espontáneamente, pues entiendes que ya alguien hará algo.
Te levantas al otro día y ves como, para tu asombro, aquellas cosas que el día anterior estaban mal, lejos de mejorar, ahora están peor. No entiendes bien lo que está pasando. No comprendes la razón por la cual nadie hace nada para mejorar la situación. Vez como todos permanecen indiferentes ante las injusticias. Vez como la gente deja que su sociedad se desplome en un mar de corrupción e impunidades. No entiendes por que pasa esto. Es entonces cuando miras al cielo y te preguntas… ¿Por qué nadie hace nada?
De lo que tal vez nunca te diste cuenta en esos días en que analizaste la situación tratando de entender la indiferencia de la gente, es que precisamente tú tampoco hacías nada, y que a pesar de que las cosas empeoraban, igual no hacías nada. Maldecías la indiferencia y egoísmo de los demás, pero nunca reparaste en el pequeñísimo detalle de que tú estabas metido en esa bola de “malditos indiferentes”, en esa masa de “inconscientes”.
En ningún momento te detuviste a pensar que esos a los cuales veías como unos irresponsables, estaban precisamente imitándote, y que lo más seguro te veían a ti de igual forma. Nunca fuiste capaz de ver que estabas condenando a los demás por hacer lo mismo que hacías tú: nada.
Queremos que el mundo se arregle, pero que lo arreglen otros. Esperamos ingenua e ilusamente que los demás hagan por nosotros lo que no somos capaces de hacer nosotros mismos. No nos damos cuenta que con nuestra conducta criticona e inútil, lo único que hacemos es promover eso que tanto odiamos. La indiferencia no es el problema, pues todos sufrimos los problemas y por ende sabemos que están ahí, el problema es la maldita inercia que nos mantiene quietos sin hacer nada, esperando que otro comience, pero ese otro a su vez piensa lo mismo. Al final se crea un círculo vicioso que no conduce a ningún lado. Bueno si, de hecho conduce a un sitio: al hoyaso en que nos hemos metido.
Es momento ya de romper con esa parálisis social que nos mantiene sentados en la silla de los espectadores viendo como todo pasa sin que hagamos nada. Entendamos de una vez que al no hacer nada en contra del mal, estamos autorizando que se haga. Nos hemos convertido en cómplices por omisión, no menos culpable de los daños que sufre nuestro país, que aquellos que los han producido, y que los siguen produciendo.
Despertemos de ese maldito letargo en que hemos estado. Enseñémosle a los que nos roban el futuro, a donde está el pueblo de Duarte, el pueblo de Luperón y el pueblo de Caamaño. No dejemos que se sigan burlando de nosotros en nuestras propias caras. Dejemos de quejarnos y actuemos. Actuemos ya.

martes, 3 de mayo de 2011

Miedo

Tengo miedo,
Miedo de vivir sin importar,
Miedo de pasar por el mundo,
Sin que el mundo sepa que pase por él.


Miedo de olvidar lo que en verdad soy,
De olvidar lo que en realidad quiero,
Miedo de ser lo que aborrezco,
Miedo de convertirme en lo que odio.


Tengo miedo de mirar hacia atrás algún día,
Y ver que no soy nada de lo que quise ser,
De mirar hacia atrás,
Y ver que ya es muy tarde para ser lo que no fui.


Tengo mucho miedo,
Miedo de equivocarme,
Miedo de ser inútil,
Miedo de olvidar las cosas que me dan miedo.






                                                                    C.C

Francisco Alberto Caramba

domingo, 1 de mayo de 2011

La gran mentira que le han dicho a la juventud dominicana

por Claudio A. Caamaño Vélez
Los jóvenes son el futuro del país. Esta es una de las frases más gastadas que conozco. Las personas se empecinan en darle a la juventud un papel protagónico, pero no hoy, sino mañana. Se me parece al clásico refrán de los colmaderos “hoy no fio, mañana si”. Nos viven diciendo esa frase, nos la repiten y la repiten, hasta que pumm… Ya no somos jóvenes. Nos mantienen entretenidos con esa frasecita hasta que es demasiado tarde para darnos cuenta de la mentira que nos han venido diciendo.
Fíjense en esto. Aquí la juventud dura supuestamente hasta los 35 años. Entonces quiere decir que hasta los 35 años no somos más que una simple promesa, un prospecto, una posibilidad, pero aun no tenemos capacidad para hacer nada importante. Es entonces después de los 35 años cuando somos unos “hombres” y unas “mujeres” con la capacidad de hacer las cosas que hay que hacer. Pero lo que no nos dicen es que a esa edad tendremos tres muchachos que mantener, una familia que proteger y un empleo agobiante que apenas nos dará tiempo de ir al baño a leer los periódicos. Cuando ya tenemos la “capacidad” de obrar por nuestro país entonces ya no tenemos ni el tiempo ni las energías, y mucho menos tenemos la disposición de asumir los compromisos que nos exige la patria. Nos mantienen sentados en la silla de espera tanto tiempo que cuando nos ponemos de pie ya las piernas no nos sirven.
Juan Pablo Duarte, el Primero de los Dominicanos, el Mentor de la Nación Dominicana, el Padre de la Patria, contaba con apenas 32 años cuando se materializó la independencia de la República, y era uno de los más viejos de los trinitarios. Pero si nos ponemos a calcular bien, cuando Duarte fundó la sociedad secreta La Trinitaria, contaba  apenas los veintitantos años. Pero aun más allá, pueden estar seguros que cuando se incubaron en su mente las primeras ideas de libertad e independencia era apenas un adolescente. Eso quiere decir que nuestro país, la Republica Dominicana nació en la mente de un chico de 15 ó 16 años. ¿Sorprendente no? Y no es que Duarte fuera un súperdotado, ni mucho menos un niño prodigio, es que simplemente así son las cosas… Son los jóvenes los que cambian el mundo.
Pocos se imaginarían que Gregorio Luperón, la espada de la Restauración, tenía apenas unos escasos 22 años cuando se enroló en el movimiento restaurador, todo un “muchacho”, y créanme, no era la excepción entre los restauradores. Fue un grupo de jóvenes quienes trajeron la dignidad de vuelta a nuestro territorio, devolviéndonos intacta y sin manchas la libertad y la independencia vulneradas. Esto no fue así por una simple coincidencia del destino, ni mucho menos constituye un caso aislado en la historia universal. Fue así, porque así es. Es en el corazón joven donde la chispa del arrojo enciende con más facilidad. Es el espíritu joven el que está más dispuesto a enfrentar su destino sin titubeos, sin mirar atrás ni a los lados, solo mirando hacia adelante, con la vista fija en sus sueños.
Si ya se imaginaron que en 1965 los defensores de nuestra soberanía eran jóvenes también… La pegaron. Así mismo fue. Francisco Alberto Caamaño era unos de los más viejitos… Tenía 32 años. Otra vez una trulla de “muchachos” son los que salen al frente a mantener viva la llama de la libertad. Otra vez un grupo de “carajitos” son los que salvan nuestra dignidad y nuestra soberanía.
Es por esto que nuestro sistema quiere mantener a nuestra juventud en un paralizante letargo. Pues sabe muy bien que son ellos los que llevarán a cabo los cambios que requiere nuestro país. Son ellos los que se encargaran de desterrar para siempre este obsoleto y criminal sistema que hoy mantiene en la miseria y el subdesarrollo a la población dominicana.
¡Jóvenes de la Republica Dominicana, despertemos ya y abracemos nuestros sueños! Este es el momento de comenzar a construir el país que queremos. Hoy es que tenemos las fuerzas para hacerlo, hoy es que tenemos las energías y el entusiasmo, hoy es que tenemos la capacidad de asumir el compromiso que nos exigen los actuales tiempos. Este país ha sido creado y defendido por jóvenes. Abracemos el ejemplo de Duarte, Luperón y Caamaño.
¡Adelante jóvenes dominicanos, que nosotros somos, más que el futuro, el presente, y el presente es hoy, ahora!  ¡¡Adelante!!