Un día te levantas y miras como todo se desploma a tu alrededor. Te das cuenta de que las cosas van de mal en peor. Miras como tus sueños de vivir en una sociedad justa, prospera y segura se desmoronan ante tu atónita mirada. Miras por todos los lados buscando un rayito de esperanza y no ves más que oscuridad en el horizonte. Pero por un momento crees que son “vainas” tuyas y que todo mejorará espontáneamente, pues entiendes que ya alguien hará algo.
Te levantas al otro día y ves como, para tu asombro, aquellas cosas que el día anterior estaban mal, lejos de mejorar, ahora están peor. No entiendes bien lo que está pasando. No comprendes la razón por la cual nadie hace nada para mejorar la situación. Vez como todos permanecen indiferentes ante las injusticias. Vez como la gente deja que su sociedad se desplome en un mar de corrupción e impunidades. No entiendes por que pasa esto. Es entonces cuando miras al cielo y te preguntas… ¿Por qué nadie hace nada?
De lo que tal vez nunca te diste cuenta en esos días en que analizaste la situación tratando de entender la indiferencia de la gente, es que precisamente tú tampoco hacías nada, y que a pesar de que las cosas empeoraban, igual no hacías nada. Maldecías la indiferencia y egoísmo de los demás, pero nunca reparaste en el pequeñísimo detalle de que tú estabas metido en esa bola de “malditos indiferentes”, en esa masa de “inconscientes”.
En ningún momento te detuviste a pensar que esos a los cuales veías como unos irresponsables, estaban precisamente imitándote, y que lo más seguro te veían a ti de igual forma. Nunca fuiste capaz de ver que estabas condenando a los demás por hacer lo mismo que hacías tú: nada.
Queremos que el mundo se arregle, pero que lo arreglen otros. Esperamos ingenua e ilusamente que los demás hagan por nosotros lo que no somos capaces de hacer nosotros mismos. No nos damos cuenta que con nuestra conducta criticona e inútil, lo único que hacemos es promover eso que tanto odiamos. La indiferencia no es el problema, pues todos sufrimos los problemas y por ende sabemos que están ahí, el problema es la maldita inercia que nos mantiene quietos sin hacer nada, esperando que otro comience, pero ese otro a su vez piensa lo mismo. Al final se crea un círculo vicioso que no conduce a ningún lado. Bueno si, de hecho conduce a un sitio: al hoyaso en que nos hemos metido.
Es momento ya de romper con esa parálisis social que nos mantiene sentados en la silla de los espectadores viendo como todo pasa sin que hagamos nada. Entendamos de una vez que al no hacer nada en contra del mal, estamos autorizando que se haga. Nos hemos convertido en cómplices por omisión, no menos culpable de los daños que sufre nuestro país, que aquellos que los han producido, y que los siguen produciendo.
Despertemos de ese maldito letargo en que hemos estado. Enseñémosle a los que nos roban el futuro, a donde está el pueblo de Duarte, el pueblo de Luperón y el pueblo de Caamaño. No dejemos que se sigan burlando de nosotros en nuestras propias caras. Dejemos de quejarnos y actuemos. Actuemos ya.
2 comentarios:
Coincido plenamente con su opinión sobre nuestra indiferencia y sobre lo inútil de esperar que los demás inicien una lucha que nosotros mismos no estamos dispuestos a emprender.
He escrito bastante sobre estos temas en mi blog: eddyenriqueleyba.blogspot.com
Le invito a leerlos y que pongo a su disposición para cualquier asunto en el que entienda que mi contribución puede ser útil.
Eddy Enrique Leyba
Muchas gracias por tu comentario y por tu contribucion. La tomaremos muy en cuenta. Ya es hora de comenzar a dar los primeros pasos de ese largo camino que nos espera recorrer.
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