Por Claudio Antonio Caamaño Vélez
Hoy todo parece normal. Las personas ríen. Los niños juegan. Las parejas de novios vuelven a ocupar las bancas de los parques… No se si alguna vez las cosas fueron así, pero así siempre debieron ser.
¡Parece increíble! Algo tan sencillo como caminar libremente por las calles, o sentarse a ver las olas a la orilla del mar. Cosas tan elementales como esas, han salido muy costosas. Hoy parece muy sencillo, pero ayer, mucha sangre, la de los mejores, pago muy alto el precio de esas cosas.
Que irónico, que para exigir paz halla que recurrir a la violencia, que para ganar la justicia se deba se deba sufrir la opresión, y que por pedir libertad lo que den sea cárcel. Es muy irónico ¿verdad? Pero aunque ya hoy no sea así, ayer eso era toda una realidad.
Han pasado solo unos pocos años, y es como si nunca hubiese sucedido. Como si todo hubiese sido perfecto desde siempre. Como si a los héroes que dieron sus vidas para lograr esto no se los estuvieran comiendo los gusanos en este momento. Esta muy bien verlo así. Tal vez lo mejor seria olvidar, pensar que esas cosas nunca pasaron. Imaginar que siempre ha estado vivo el ideal de justicia, que los derechos siempre se han respetado, y que nunca un grupo de ratas se comió las letras de nuestra Constitución. Tal vez eso seria lo mejor. Lo cierto no siempre será lo más bello, pero siempre será lo cierto. Y vale más una fea verdad que una hermosa mentira.
Las plumas que escriben la historia lo hacen como si redactaran una novela o un cuento, olvidando que aquí los personajes una vez respiraron. Y es en honor a ellos que la verdad toma su belleza a pesar de lo horrible que haya sido la realidad del momento.
Si. Aunque no lo parezca, este pueblo una vez sufrió la opresión, vivió la injusticia, padeció la miseria. Aunque hoy ya nadie habla de eso, en un tiempo, sus propios gobernantes se burlaban de él.
Mientras los niños recibían docencia bajos los árboles, o en aulas mugrientas sentados en el suelo, con sus estómagos vacios. Sus gobernantes y legisladores vivían como reyes, a costillas de la miseria y el sufrimiento de las personas a las cuales verdaderamente les pertenecía el poder, de aquellas a las cuales estaban llamados a proteger. Nutriéndose de la ignorancia y la desesperación de un pueblo sin liderazgo.
Viéndolo ahora, es casi imposible imaginar como este pueblo permitió que se abusara de él de esa manera.
En las calles habitaba la delincuencia. Un reloj, un teléfono móvil o un par de zapatos valían más que la vida de una persona. Cualquier lugar era el escenario perfecto para que te cortaran el cuello si te resistías a que un mal nacido te quitara lo que era tuyo. Todo para luego cambiarlo por alguna sustancia que le permitiera olvidar, por un momento, la maldita realidad de su existencia… No se como llegamos a ese punto, la verdad es que no logro explicármelo. Pero así eran las cosas.
De los cuerpos del orden, es una lastima hablar. Claro hoy solo es una lastima, ayer era un verdadero peligro. Recuerdo muy bien aquellos tiempos. Esos daban pena o asco. Pena aquellos que manteniendo su honor y su decencia vivían miserablemente con el ridículo salario que se les pagaba. Y asco, aquellos que cometían toda clase de atrocidades, crímenes e ilegalidades, para compensar el desbalance entre su miserable salario y su cómodo estilo de vida. Si, esos mismos encargados de mantener la paz y el orden, y defender la soberanía nacional. En estos tiempos al decir esas cosas, suenan casi increíbles.
Que decir de las drogas… Con mencionar que era mas fácil conseguir cocaína que medicamentos para gripe. El dinero del narcotráfico sustentaba gran parte de la economía nacional. Comprando propiedades, comprando autos, comprendo conciencias, comprando impunidad… La droga era el quinto poder del Estado.
Aun no dejo de maldecir a los gobernantes de aquel entonces, máximos responsables de la situación. Si la justicia divina no es tan corrompible como la que tenemos en la Tierra, esos malditos deben de estar hirviendo en los fuegos eternos del infierno. Tengo la esperanza de que así sea. Pues de esa forma van pagando un poco del sufrimiento y la miseria a que sujetaron a este pueblo, solo para llenar su vida codiciosa con excesos y placeres.
Recuerdo bien a esos mal paridos, que se paseaban con aire de dioses. Encerrados en sus burbujas de cristal, que los mantenía bien aislados de la realidad. Buenas casas en lugares de privilegio, buena seguridad, buenos autos, buena comida, exagerados salarios, los mejores colegios y universidades para sus hijos. Todo esto pagado con abusivos impuestos que exprimían la miseria de las masas… No se quien carajo les dijo a ellos que tenían derecho a hacer eso. Pero lo hacían. De una manera que ahora no me explico como aguantamos tanto tiempo ¡Que ciegos estábamos! Parecía como si se nos hubiese olvidado que éramos seres humanos.
Las cosas eran así hace tan solo unos pocos años… Hoy se ve todo tan diferente. Ya los niños van orgullosos a lindas escuelas. Ya no se sientan en el suelo, ni se suspenden clases con las primeras gotas de lluvia. Hoy los profesores pueden entregarse de lleno a la enseñanza, pues no tienen que estar pensando como llevaran comida a sus propias mesas.
Las calles son seguras. Las personas no tienen miedo de salir de sus casas.
Como han cambiado las cosas. Recuerdo bien ese día… Comenzó como cualquier día. Quien me iba a decir que ese día, de mañana tan ordinaria, terminaría con una noche de muerte y violencia.
Salí de mi casa y todo era normal. Cuando quise regresar, lo tuve que hacer escabulléndome de las balas y arrastrándome sobre los cuerpos. No se como empezó, cuando, ni donde. Solo se que en cuestión de un par de horas, toda esa presión acumulada por años de soportar la injusticia y la opresión, explotó, convirtiendo lo normal en increíble. El Estado se disolvió, y junto con él sus leyes. La única regla era aquella que regia en las sociedades primitivas, inspirada por el instinto de supervivencia.
Transcurrieron varios días. En los cuales el verdadero dueño del país, el Pueblo, reclamó aquello que le pertenecía.
Vi a mis hermanos de Patria morir persiguiendo su deseo de igualdad entre los hombres. Los vi caer. Vi su sangre correr. Vi como sus ojos se cerraban para siempre.
Por un momento me invadió un estremecedor sentimiento de miedo. Desee que todo parara. Ya no soportaba ver mas buenas vidas extinguiéndose. Llore poseído de la impotencia. Grite maldiciendo ese momento.
Pero algo pasó… De repente un sentimiento de paz se apoderó de mí. Sentí como si una voz a mi lado me hablara, con palabras de confortación. De repente me di cuenta de una realidad. Entendí, que por primera vez en mucho tiempo, mis hermanos morían por algo que valía la pena morir, por algo que ellos habían elegido morir. Durante años mis hermanos murieron asesinados en las calles a manos de delincuentes, o en las salas de espera de hospitales. Mis hermanos estuvieron muriendo como basura ¡Ahora los veía morir como hombres!
De pronto, ese miedo y esa impotencia se convirtieron en orgullo. Comprendí en ese instante la verdadera grandeza de aquel momento. Comprendí que mis hermanos estaban construyendo con sus vidas un mundo mejor. Que su sangre estaba fertilizando la tierra de la igualdad. Que sus almas estaban alimentando el espíritu de la justicia.
Sentí dentro de mí, que morir en aquel momento era algo que valía la pena. Pensé en las futuras generaciones, y en el derecho que tenían de vivir en una sociedad mas justa, con mejores oportunidades. Pensé en que era una excelente oportunidad para entregarles un buen regalo a mis hijos. Regalándoles un buen porvenir. Regalándoles la oportunidad de que sean lo que decidan ser. Regalándoles una verdadera igualdad, una verdadera justicia, una verdadera libertad.
Hoy recuerdo aquellas vidas extintas de forma tan noble. Las recuerdo con penosa satisfacción, con lamentable orgullo, con una triste felicidad. Les estaré siempre agradecido a esos arquitectos de un mundo mejor. A esos que entregaron lo más preciado que puede tener todo ser humano, por amor a los demás. A esos valientes que construyeron el futuro de nuestra Nación.
En aquellos días el pueblo se apodero de sus verdugos, y descargo sobre ellos su deseo de venganza, acumulada tras años de sufrimiento y opresión. Y como en la Francia de la gran revolución, en un sorpresivo giro de la historia, rodaron las cabezas de aquellos que injustamente controlaban el poder, abusando y sometiendo a un pueblo ignorante e indefenso. En pocos días la escoria de la nación dejó de respirar. Con la sangre de los opresores se lavó el sucio que por años empañó el brillo de la Patria.
Esa es la historia de cómo se inicio la construcción de una nueva sociedad… Esa que hoy se disfruta en nuestra tierra.
Hace unos pocos…. Hace unos pocos años que yo no existo. Pero hoy encontré quien escribiera esto por mí. Pues nosotros aunque ya no somos, merecemos ser recordados por siempre.
C.C
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